“Hay que espabilarse, nene”

En mis más de 25 años de práctica docente, he observado la evolución del comportamiento en los niños y adolescentes. Recuerdo hace varios años una conversación que mantuve con un profesor de educación secundaria, que me preguntaba que como era posible que mantuviese el orden y la disciplina en la clase, siendo la mía una actividad extraescolar, y por lo tanto, no sujeta al régimen disciplinario que rige la enseñanza reglada. Le respondí que las artes marciales son quizá el único reducto en el que la disciplina es inexcusable y la enseñanza se basa en una autoexigencia impuesta por el maestro, que a la postre forja el carácter. Después de una larga conversación, compartimos la opinión de que en el último lustro, la juventud había perdido el respeto por los mayores y la capacidad de esforzarse para conseguir las metas impuestas tanto en el colegio como en la vida familiar, salvo honrosas excepciones. La tendencia era ahora, la urgencia, el conseguir lo que se quiere rápido y con el menor esfuerzo posible.

acoso escolar qué hacer Mi interés y admiración por la cultura grecolatina, me recuerdan insistentemente la voluntad de los antiguos griegos por buscar la excelencia. La máxima latina, “mens sana in corpore sano”, hoy convertida en refrán de uso doméstico, no es sino la evolución de ese mismo concepto: buscar la excelencia en todos los ámbitos, buscando la complementariedad entre la mente o el saber racional y el cuerpo, o el entrenamiento físico. Cuando pregunto a los alumnos que qué prefieren, -si la mediocridad o la excelencia-, me contestan sin titubear, que la excelencia, ya que han percibido que con un esfuerzo decidido y continuado, se consiguen las metas. Soy partidario pues, de la meritocracia, de que cada persona obtenga lo que ella misma se forja. La tendencia hoy, en nuestra democracia, es la de igualar por abajo, premiando la mediocridad, y lo que es más grave, conviertiéndola en vehículo de integración social. Hay que volver a instaurar en la juventud la voluntad de progresar, de esforzarse, de comprender que las metas no se obtienen gratuitamente, sino trascendiendo lo común. Dejar de ser un eslabón más de la cadena, para no verse arrastrado por la masa gregaria. Y no se trata de una educación para las élites, como algún malintencionado podría interpretar, sino todo lo contrario: las élites, del signo ideológico que sean son por definición defensoras de su estatus, de su posición de dominio, y aquí estamos proponiendo justo lo contrario. Si la juventud tiene como meta la excelencia, la masa social de las élites llegaría a ser la mayoritaria, invirtiendo así la tendencia.

Toda esta introducción nos lleva al tema que ahora queremos tratar: el acoso escolar o bullying. Hay escépticos que opinan que el acoso entre iguales se ha producido en la escuela desde siempre. Que el más fuerte abuse del más débil, llegando a una conclusión cuasi darwiniana: la supervivencia de los más aptos. El acosado debe sentir en sus propias carnes la violencia germinal que se encontrará en su vida de adulto: “hay que espabilarse nene”. Pero la realidad es otra muy distinta. La tendencia que apuntamos en los primeros párrafos de este artículo, ha agravado el problema hasta límites insospechados. Ya no se trata de un juego de niños, sino de una situación psicológica, física y emocional que puede llevar a la víctima a graves problemas en su vida de adulto e incluso a intentos de suicidio en sus casos más extremos.

Tengo el placer y la suerte de impartir clases de Yawara-Jitsu (Defensa Personal Científica), desde que era un adolescente. Primero como monitor auxiliar, hasta llegar hoy día a ser Maestro Internacional de Defensa Personal, la graduación más alta que se puede obtener. Esta experiencia me ha permitido conocer a más de 2.000 alumnos, de la más diversa procedencia, clase social y nivel cultural. He aprendido de sus comentarios, de sus inquietudes y de sus confidencias. De sus miedos y de sus anhelos. He puesto mi granito de arena en su formación y mi mayor satisfacción –más allá del nivel técnico que hayan podido obtener- ha sido verlos convertidos en buenas personas, con una gran confianza en sí mismos y en sus posibilidades. He tenido alumnos con problemas de integración, de coordinación, de falta de autoestima y de fragilidad física, e incluso de excesiva agresividad. Por lo tanto he tenido alumnos que han podido ser o han sido acosados o acosadores. Tras el paso de los meses o de los años, la evolución, en la gran mayoría de los casos ha sido satisfactoria. Pero en los últimos años he tenido multitud de víctimas de acoso escolar en mayor o menor grado, y he tenido la inquietud de investigar por espacio de varios años el problema. He hablado con alumnos, padres, profesores, pedagogos y psicólogos y he creado un programa para la prevención del acoso escolar, que persigue llenar un hueco que era necesario y que los programas de prevención actuales no tienen en cuenta: dotar a los propios alumnos de las herramientas necesarias para prevenir y combatir el acoso.

Los protocolos existentes en la actualidad, son más disciplinarios que preventivos, y tienen una falla importante: el alumno tiene que delegar el problema a un adulto, cuando éste no se encuentra presente en la mayoría de los casos. Por otra parte, muchas situaciones de acoso se producen fuera de la escuela, y a veces, el propio miedo, o el temor a ser señalado como un chivato impiden que la situación trascienda.

El programa que hemos desarrollado, combina tres áreas complementarias: trabajo teatral, para mejorar la empatía, la expresividad corporal, la desinhibición y el trabajo en grupo. El abordaje psicológico, enseña al alumno a reconocer el fenómeno, a utilizar el lenguaje de manera asertiva, a mejorar las habilidades sociales y a mejorar la conciencia de su imagen personal. Por último, el área de defensa personal, enseña un protocolo de defensa de la integridad física, mejora las habilidades psicomotrices y trabaja la asertividad corporal.

Enrique Pérez-Carrillo de la Cueva
Director de los cursos para la prevención del acoso escolar en niños y adolescentes.